Autoayuda 1: la agonía del actor secundario | por Pablo García Canga

…que mientras uno que va entera su vida

el otro sólo se deja querer…


1


Una chica guapa está al teléfono con un chico que está perdidamente enamorado de ella. A la chica guapa ese chico, tan sincero al otro lado de la línea y con el corazón tan en la mano, la verdad es que le da igual. Es más, se le empieza a hacer pesado.


La chica guapa está en una habitación que comparte con otra chica, quizás menos guapa, sin duda menos guapa. La chica menos guapa (que no recibe llamadas telefónicas sinceras y desesperadas pero que años más tarde las hará, sinceras y desesperadas y desesperantes) observa las caras burlonas que la chica guapa va haciendo al teléfono, respuesta invisible a la sinceridad del chico. La chica menos guapa siente cada una de esas burlas como una puñalada que la va condenando a una vida de dudas.


Hasta que la chica guapa, cansada de tanta sinceridad y desesperación, le pide por señas a la chica menos guapa que golpee a la puerta y la abra, para que ella, la guapa, pueda decirle al chico que la reclaman y que tiene que colgar. La chica menos guapa obedece a las señas, se da una última puñalada, se deja herida de muerte con toda una vida de dudas y de falta de autoestima por delante.


Era, más o menos así, en algún lugar de un relato de David Foster Wallace pero podría haber sido en tu propia vida, en una vida cualquiera, en cualquier extremo de la línea telefónica.


2


Como una de esas conversaciones telefónicas filmadas en pantalla partida, donde se puede ver al mismo tiempo a los dos interlocutores y donde a veces, no siempre, vemos que no ven lo que nosotros vemos.


Como esas pantallas partidas la chica del relato, también partida en dos, viendo a la compañera de habitación y adivinando al chico al otro lado de la línea, y partida ella misma entre su obediencia a la compañera y su compasión por el chico.


3


Largo desvío para una comparación que no puedo dejar de establecer y de escribir, una y otra vez, la de cada persona con su película a cuestas de la que es personaje principal, las relaciones entre las personas como cruces improbables de películas y de tramas irreconciliables. Ser actor secundario en la vida de alguien que es para nosotros actor principal, o que así lo creemos, y la inversa. El chico al otro lado del teléfono actor secundario en la película de la vida de esa chica que es actriz principal de la película de la vida del chico.


4


Esas películas que cambian de actor principal en curso, Psicosis y La mamá y la puta, por dar algún ejemplo. O en Vértigo la pobre Judy esforzándose por dejar de ser nada más que la doble de cuerpo de Judy.


Actores secundarios en otras vidas y a veces también dobles de cuerpo para otros actores, como aquellos burdeles de Hollywood que describen en la ficción James Ellroy y en la realidad Garson Kanin, en los que se podía pasar la noche con dobles de las estrellas.


Cuenta Kanin la historia de un hombre casado con una gran estrella que, pasada cierta edad, se negó a acostarse con su marido durante todo el tiempo que duraba un rodaje. Todo ello porque una mañana, al llegar al plató tras una larga y extenuante noche de amor con su marido, oyó al director de fotografía decir, «con la cara que tiene hoy, habría que filmarla a través de un tejido de lana». Ya no tenía edad para parecer joven sin estar descansada. Así que dejó de hacer al amor durante las semanas de rodaje. Como era una gran estrella se pasaba la mitad del año rodando y su marido, que le era fiel y estaba enamorado de ella, estaba desesperado. Hasta que descubrió el burdel de las dobles y allí a la doble de su mujer. Y así pasaba la mitad del año acostándose con su mujer y la otra mitad con su doble y diciendo: «yo es que soy un hombre de una sola mujer».


(¿No se podría escribir toda la historia desde el punto de vista de la doble, saber hasta qué punto se identificaba o no con la estrella, hasta que punto vivía como doble de cuerpo, si el marido fiel era en su vida un actor principal o un actor muy secundario, un mero trabajo?)


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Y uno puede vivir una comedia y tener enfrente a alguien que vive un drama, y esos géneros cruzarse, contaminarse. ¿En qué género vive la farmacéutica de Trois ponts sur la rivière? ¿Y en cuál la amiga que viene a pedirle algo con lo que poder suicidarse porque ya no puede más? Y en la misma película, ¿en qué género vive Arthur Echeant, en cuál Frank Oportun? Lo que a los ojos de Arthur parece la comedia grotesca de Frank, se convierte a sus espaldas en tragedia delirante.


A espaldas de Frank y al otro lado de la línea telefónica, rodeados de fueras de campo, entrando y saliendo en plano en otras vidas. Un movimiento de cámara o un gesto de montaje tejiéndolas y separándolas.


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O esa otra figura habitual, la de dos personajes que se besan y a uno de ellos se le va la vista fuera del beso y sabemos que está pensando en otra cosa; que mientras uno se entrega, el otro piensa, calcula, imagina; que mientras hay uno que le va en ello la vida el otro tan solo se deja querer.


O ¿cómo puedo saber lo que hay en tu cabeza? ¿Cómo puede Joan Fontaine saber lo que hay en la cabeza de Cary Grant? Lo único que Joan Fontaine puede llegar a saber es que lo que ella ve en la cabeza de Cary Grant es lo que hay en la suya propia. Ningún fuera de campo tan misterioso e inquietante como el del interior de una cabeza ajena. El interior de la cabeza ajena como variante radical del otro lado de la línea telefónica


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Dentro de los géneros secretos siempre me ha apasionado, muy a pesar mío, porque me da miedo, el de las mujeres enamoradas de hombres que las ignoran, que van a su bola. Senso, Historia de Adela H, Carta de una desconocida (la historia de un hombre que se entera a última hora de qué iba la película de su vida, y que se da cuenta entonces de que lo que iba a hacer desentona con el nuevo sentido de su trama y da un brusco giro de guión a su vida para darle un final que esté a la altura)...


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Gertrud: todos desacompasados, todos equivocándose de película, perdiendo lo que de verdad les importa por seguir una trama menor, el arte, la política, etc. Secuencias terribles de Gertrud con su joven amante el pianista, y toma de conciencia de cómo suena la historia que ella cree estar viviendo, que está viviendo, cuando la cuenta el joven amante. Y la fuerza de Gertrud para salirse de ese baile de los errores, para cambiar la película.


Hay más, sin duda muchas más, ya lo dice la canción, las historias de amor tienden a estar hechas de estos desajustes, de actores principales que se descubren secundarios, cuando no meros figurantes, en la película ajena.


(Volviendo a Carta de una desconocida, ¿no puede verse también como el movimiento de una figurante con frase que consigue, al término de su vida, más allá de su muerte, convertirse en actriz principal y decisiva en la vida del hombre que ama?)

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I wish I could be like David Watts…


De la lectura interminable e inconclusa de Las olas me queda el recuerdo de Percival, ese personaje que no tiene su voz propia como la tienen los otros seis, que muere lejos, en la India, y que sin embargo ocupa un lugar central en la vida de algunas de esas voces, un lugar que sin duda nunca sospechó, en vidas de las que apenas tuvo conciencia.


(Como el ídolo en la vida del fan. El campesino en la vida del gran señor. El obrero en la vida del dueño de la fábrica. El oficinista en la vida del jefe. El soldado en la vida del general que lo manda al matadero. )


8


O el secundario que no es más que el mensajero, el hombre de las transiciones que se queda en segundo plano cuando la acción retoma, y que sabe guardar la compostura ahí al fondo del plano una vez ha cumplido con su función, al fondo del plano discreto, sin distraer. Como aquel farmacéutico de Giraudoux que aseguraba las transiciones, que se quedaba un minuto más para acompañar a la protagonista entre dos escenas.


FARMACÉUTICO


A mi edad, señorita, uno se da cuenta del personaje que el destino ha decidido hacerle interpretar en el escenario de la vida. A mí me utiliza para las transiciones.


ISABEL


Ciertamente, usted siempre es bienvenido.


EL FARMACÉUTICO


No es precisamente lo que quería decir. Pero siento que mi presencia sirve siempre como esclusa entre dos instantes que no están al mismo nivel, como un tope entre dos episodios que chocan, entre la felicidad y la desgracia, lo preciso y lo turbio, o a la inversa. Esto se sabe en la ciudad… Siempre soy yo el encargado de comunicarle la muerte en accidente de coche de su amante a la mujeres que juegan al bridge, el premio de un millón en la lotería a un cardíaco. Fui yo el que anuncio la declaración de guerra a la Unión de madres de soldados… Llego y por mi sola presencia el pasado da la mano al presente más inesperado.


9


Two Lovers... La película empezaba con el título. ¿Cómo que dos, si nosotros vemos tres? (¿Cómo que Jules et Jim? ¿Donde está Catherine?)


O será que no hay dos sin tres y por ello Three Lovers habría sido redundante.


Pero la pregunta era: ¿quiénes son esos dos? ¿la rubia y el chico? ¿el chico y la morena? ¿la morena y la rubia? Digamos que había un chico, ya hombre pero todavía chico, joven y frágil, y una mujer rubia. Y con eso debería de haber bastado. Pero la mujer rubia quiere a otro. Y otra quiere al hombre-chico. Y esa otra, que iba para actriz secundaria en la vida del hombre se convertirá, a última hora, a dos secuencias del final, por el azar de un guante caído en la playa, en actriz principal de la vida del hombre, y nos quedaremos pensando qué película hemos visto, qué historia, si no era la de la llegada de esa mujer hasta el primer término de la visión del hombre, si no era el reconocimiento por parte de él de la película de ella, y en esa aceptación la posibilidad de al fin compartir una trama ajena, hacerla suya. Algo así como un final feliz, mucho más feliz de lo que parece. Se acabó el amor pasión, giro de timón en el amor occidental, pasemos a cosas más serias.


(¿La película de la morena acaso no tenía el plano más bello y desnudo de todos, esa declaración frente a cámara, de pronto todo aún más frontal y sencillo? ¿Y si era ella la que de verdad sabe amar?)


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9 bis


(Y qué era Two Lovers sino una variante de las Noches blancas, pongamos que el tema de la estrella que se desvía pero no se desvía. Ya lo decía Mirou hacia el final del segundo acto en La estrella sin nombre, ninguna estrella se desvía de su curso. Y ya le respondía la desconocida, yo soy una estrella que se detiene. Y ya imaginábamos que el tercer acto no podría traer nada bueno, que Mirou acabaría sólo, acompañado por la presencia de una estrella cuya existencia puede calcular pero que no puede ver. Otro subgénero, el del solitario y la estrella fugaz. El extranjero estrella fugaz de Nastenka a su vez estrella fugaz del narrador. ¿Cómo sería la historia contada desde el punto de vista de Nastenka?)


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Pero dejemos el amor, conservemos la gravitación, probemos con la amistad, había otra película, Another Year, que llevaba de la mano al espectador hasta dejarlo en un lugar inesperado, en pleno centro de la vida ajena, del mundo visto, sufrido y temido por otro.


Parecía la crónica de la vida de una pareja de clase media, contada a través de una jornada cada vez de cuatro estaciones diferentes. Una pareja con su microcosmos social alrededor, el hijo, los amigos más o menos a la deriva en comparación con la estabilidad de la pareja.


Y entre las amigas una más inestable e insoportable, una mete patas estridente que además desprecia a otro de los perdedores enamorado de ella. Alguien que está de más, para los otros personajes y para el espectador, o para ese espectador que soy yo, hasta el punto de que preferiría que abandonase la película.


Y la va a abandonar. O mejor dicho la van a echar, cuando se vuelve definitivamente pesada, crispante, cuando desentona demasiado con la trama principal que la pareja protagonista piensa estar viviendo. La actriz secundaria está de más y, como un actor de serie de televisión que pide un gran aumento salarial, desaparece de la ficción, en el momento mismo en el que se creía central, imprescindible.


Pero ella no abandona. De manera inesperada, media hora más tarde, una estación y pico más tarde, aprovechando la ausencia de la pareja principal, que se ha ausentado brevemente de su casa y de la ficción, ella llama a la puerta, e insiste hasta que otro personaje secundario, el hermano del marido de la pareja principal, la deja entrar. Y entre ellos, poco a poco, va emergiendo un poco de calor, aunque quizás sea tan solo cosa del té, nada como el té en una jornada fría y húmeda.


Y entonces pasamos a ver esa casa, ese pequeño mundo y esa pareja desde el punto de vista de ella. (Digo nosotros y no debería, no hablando de esta película en la que “nosotros” es una trampa.) Y vemos, veo, que en la vida de ella, en su trama, ellos no son simples secundarios, unos amigos más, sino personajes principales, quizás sean ellos los personajes centrales, y no ella, que gravita alrededor, y necesita su presencia para no salirse de órbita. Comprendo que al ser expulsada de la película de ellos también ha sido expulsada de su propia película.


(Ay de la vida de tanto personaje secundario, apenas unos minutos y volver a la nada, si era para esto mejor quedarse del otro lado del ser.)


Yo que quería su desaparición me siento aliviado por su retorno, por su presencia cabezona, y ella pasa a ser el centro de la película, como si hubiese necesitado alejarse hasta desaparecer para poder volver con más fuerza y para que la película, al precio de una gran antipatía, consiga llegar a un momento de verdadera compasión, me permita ponerme en el lugar de otro. He pasado del otro lado, veo desde otros ojos. Todos sabemos que nuestros amigos tienen su propia vida, su propia trama, que no es una mera variante de su lugar en la nuestra. Sé que el ojo que veo no es ojo porque yo lo vea, que es ojo porque me ve. Lo sé, pero ahora lo siento, ahora me han prestado otra vida para que pueda sentirlo.


Cuando la cámara va recorriendo la mesa de la cena final para concluir sobre el rostro de ella llega una última frase, como dicha de pasada, que nos evoca otro tiempo, una película muy vieja, como de los setenta, aquella en la que ella era dueña de su propia vida, y arriesgaba, y tuvo un bar en una isla griega, y yo me alegro de descubrirle toda esa vida insospechada.


11


Actor principal de tu vida de pronto despiertas en otra vida, con otra trama, otras perspectivas. Despiertas insecto, o transición, o George Kaplan o, peor aún, despiertas en un mundo en el que tu trama, tu película, ya no existe, para nada, nunca ha existido, toda tu trama sin punto de anclaje, sin escenas comunes con los que te rodean. Despiertas y nunca has existido. Despiertas en Pottersville. Qué jodida puede ser la vida.


12


Al otro lado del teléfono el chico oye cómo la chica guapa cuelga. El chico se queda con la duda, la angustia de saber quién es él en la vida de ella, qué ocultaba ese fuera de campo. Unos días más tarde, o quizás unos meses, o unos años, o nunca, esa actriz principal de su vida no será más que una silueta borrosa al fondo del plano.


La compañera de habitación de la chica guapa, en cambio, se ve propulsada por esa burla que no la concernía, esa guerra que no iba con ella, al fondo del plano de su propia película, y la cámara, su propia cámara, se acerca y se aleja de ella como atraída por el vacío del hueco de las escaleras en Vértigo.


Mientras, en Springfield, Moe, tras una operación de cirugía estética, guapo-guapo tras haber sido feo-feo, consigue y vuelve a perder aquel papel principal en una serie de televisión que le fue negado en su juventud.


Alguien pone una canción de un viejo disco de Fabrizio de André, Ballata Dell’Amore Cieco.


A las cuatro de la mañana alguien coge el teléfono y marca un número.


Segundos más tarde otro teléfono suena en una habitación vacía.


Salta el contestador.


Nadie deja mensaje.


Maniobras de distracción.


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