Encuentro con Mia Hansen-Løve | por Vanessa Agudo y Óscar Brox

Mia Hansen-Løve

Entre la programación escogida para la primera edición del D'A. Festival de Cinema D'Autor de Barcelona destacaba Le père de mes enfants, la segunda película de Mia Hansen-Løve (París, 1981), premio especial del Jurado de Un certain regard en Cannes 2009. Historia de padres ausentes, duelos que adelantan la madurez, la dificultad de pasar página y aceptar el vacío que deja en nuestras vidas, el filme de Hansen-Løve es, sobre todo, un relato sobre la indisoluble relación entre cine y vida y el vínculo fuerte que establecen.


Con motivo de la proyección de su película, Hansen-Løve acudió a Barcelona a presentarla y nos concedió unos minutos para conversar alrededor de los motivos de su cine, sus inicios en el mundo de la interpretación o su paso por la crítica. Y es que su debut se produjo con tan sólo 16 años, fruto de un casting sauvage, es decir, un casting que se hace por la calle. Hasta ese momento, su experiencia había consistido en la realización de cursos de teatro y talleres en el instituto. Entre la Véra de Finales de agosto, principios de septiembre (1998) y la Aline de Les destinées sentimentales (2000), ambas dirigidas por Olivier Assayas, Mia cultivó un gusto por la escritura que la acabaría conduciendo a la práctica del cine, empezando por el corto Après mûre reflexion (2004). De su experiencia con la crítica cinematográfica afirma que le hizo seguir adelante en su propio trabajo, comprendiendo así la importancia de la precisión en la escritura, de la economía, de saber decir más con menos. Porque, además de permitirle acceder al cine que estaba produciéndose en esa época, la escritura consistió, ante todo, en una búsqueda de la claridad.


Para una realizadora tan joven, si tenemos en cuenta la edad de otros jóvenes cineastas franceses, la pregunta sobre el estado actual del cine galo le lleva a reflexionar que tal vez existen más individualidades que una escena generacional o un movimiento cinematográfico. Quizá en Alemania sí exista algo así como un movimiento, pero nada comparable a una nouvelle vague.


A la espera de Un amour de jeunesse (2011), el díptico formado por Tout est pardonné (2007) y  Le père de mes enfants dibuja el trayecto hacia la madurez de una adolescencia trufada de contradicciones, de belleza y melancolía, de ausencia y emancipación, en la que tanto Víctor como Gregoire, los dos padres ausentes de su cine, representan ese punto y seguido hacia un estadio de nuevas experiencias. Mientras que Víctor le permite esbozar un estudio sobre la melancolía -concepto que recorre, una y otra vez, su forma de definir al personaje-, Gregoire es el otro lado del espejo, una figura enérgica que traslada toda esa perseverancia hacia el vínculo que se establece entre vida y cine. Y, sin embargo, ambos, de una u otra manera, desaparecen dramáticamente, invitándonos a rellenar ese hueco que siempre deja un final, a continuar la ficción desde el mismo punto en que se detuvo. Porque, tal vez, lo más importante del final de la adolescencia sea entender que los cambios que se suceden y que en ocasiones no entendemos nos exhortan a continuar, aunque no sepamos bien adónde nos dirigimos.


A continuación, os dejamos con una ronda de preguntas organizadas en torno a sus dos películas, la figura del padre -y su manera de ponerlo en escena-, el papel de la familia ante el duelo y la relación que mantiene su cine con el de Olivier Assayas.


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Le père de mes enfants | Mia Hansen-Løve

Antes de suicidarse, Gregoire quema algunos documentos que pueden comprometer el futuro de su familia. ¿Es la manera de pedir perdón por abandonarlas?


Lo que quería decir con esa escena era, sobre todo, que no sabemos exactamente qué está quemando; se puede decir que el secreto de su muerte le pertenece a él. En cierto modo, lo hice para establecer una distancia, para señalar que contaba su historia, pero que esa no era mi historia. Y, sobre todo, porque quería aportar un contexto, una explicación a un suicidio. La carta era una manera de decir que, en el fondo, la razón de su suicidio se mantiene en silencio, se nos escapa. 


En Tout est pardonné la muerte de Víctor se produce a través de una elipsis, mientras que en Le père de mes enfants asistimos, con toda la dureza del momento, al suicidio de Gregoire. ¿Qué le hizo filmar la muerte de Gregoire y no la de Víctor?


En el caso de Gregoire verdaderamente era el objeto de mi película, porque era ineludible para mí. Estaba obligada, si quería hacer esa película, a tratar ese personaje, filmar su muerte o afirmar que había muerto. Es un suicidio porque sé que murió de esa manera, mientras que con la muerte de Víctor, también inspirada en un conocido, no sé cómo tuvo lugar. Y, precisamente por ello, no me veía capaz de escribir una muerte sin saber cómo sucedió. No quería imponer, bajo ningún concepto, mi interpretación al espectador. Por eso preferí dejarla a la imaginación.


Le père de mes enfants | Mia Hansen-Løve

¿De qué manera acusan las dos familias las ausencias de Gregoire y Víctor?


Es diferente, porque la muerte de Víctor tiene lugar al final de la película mientras que la de Gregoire sucede a mitad. En Le père de mes enfants, la mitad de la película ensaya la ausencia, el vacío que sentimos por su muerte y, al mismo tiempo, la presencia que queda ahora que ya no está. Así que el filme trata esta cuestión, el vacío después de la muerte y el duelo. Mientras que en Tout est pardonné no muere hasta el final y el filme, al margen de una o dos escenas, no comparte con el público el duelo. De hecho, lo que también diferencia a Le père. es cómo la adolescente deviene progresivamente adulta tras la muerte, mientras que en Tout. lo que la ha hecho devenir adulta no es la muerte del padre, sino, sobre todo, el hecho de encontrarse (no digo que su muerte no sea importante). Su muerte es un suceso que tiene lugar casi al final y, en el fondo, lo más importante, lo que le hace crecer, es el hecho de reencontrarse y perdonarle. Eso es lo que le hace devenir adulta. Es diferente.


Le père de mes enfants | Mia Hansen-Løve

Annette (la mujer de Víctor) y Sylvia son dos personajes fuertes, pero en Tout est pardonné parece preocuparle más los sentimientos de Pamela (la hija de Víctor). ¿En qué lugar dejaría a Annette?


Fue deliberado. Una elección quizá un poco cruel, pero que establecí como paralelismo entre los dos filmes, que progresivamente se centran en la adolescencia; es un poco cruel, pero es una manera de decir que el futuro pertenece a los jóvenes. En Tout. es la propia Anette la que se excluye del relato, porque nunca ha querido perdonar a Víctor. De hecho, estoy muy interesada en ella durante la primera parte del filme, mientras que en la segunda es ella misma quien se encierra en un rencor que no logra superar y que supera demasiado tarde, cuando Víctor ha muerto.


A diferencia de Víctor, Gregoire es el hombre que ha alcanzado sus sueños y aspiraciones y tiene la vida que deseó. ¿Podría decirse que es la evolución y madurez del primer padre que mostró en su cine?


Nuestra percepción es la de que Víctor, en su melancolía, nunca consiguió sobresalir en el trabajo, en la creación. Y es una vez muerto cuando encontramos las cartas, las pruebas que aseguran que era escritor, aunque nunca sepamos qué escribió; es tras su muerte cuando, por fin, aquello que ha creado existe. Mientras que Gregoire es como si se encontrase débil, vacío; el personaje es mucho más positivo, aunque acabe suicidándose. Si lo hace es porque es la desesperación la que finalmente gana a la vida. No es con lo que me quedo de él, sino con la energía que me transmite su productora. Creo que es algo muy real y mucho más fuerte que la misma desesperación, aunque esta le conduzca a morir.


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En Le père de mes enfants se produce una curiosa coincidencia, y es que padre e hija también lo son en la vida real. ¿Fue algo deliberado? En caso de no serlo, ¿de qué manera trabajó en la ficción esa relación padre-hija?


Elegí al padre, entre otras cosas, porque había una correspondencia con el personaje, de tal forma que no podía imaginar a otra persona interpretándolo. A su hija la conocía de la época en que estaba preparando Tout est pardonné. Encuentro que tiene una presencia muy agradable, es muy madura y, sin embargo, transmite una sencillez en su manera de interpretar que me pareció muy conmovedora. Al ser la hija de Louis-Do, no quería tenerla en la película ya que pensaba que ese detalle llamaría la atención demasiado. Quería establecer un equilibrio entre los actores y, aunque la conocía, preferí buscar a otras actrices para el papel. Ninguna me convenció y, al cabo de seis meses, rodé las escenas con Alice [de Lecquensaing] y, en verdad, se disiparon mis dudas, porque era realmente buena. Creo que el hecho de que fuera su verdadera hija ha aportado mucho a la película, porque hay una emoción auténtica y profunda ligada al hecho de que es su padre quien interviene en el filme.


Tout est pardonné | Mia Hansen-Løve

El hijo de Gregoire (llamado Moun) nunca aparece en la historia. ¿Por qué decidió no mostrarlo? ¿Acaso era su manera de señalar toda la vida que Gregoire tuvo y que ahora sus hijas sólo pueden intuir pero, en su ausencia, no compartir?


Sí, también está en la idea de que era asunto suyo, de que escogió ocultar esa parte de su vida, por lo que es preferible dejarla oculta, porque no es nuestra historia; esa sería una razón. La otra razón sería expresar que esa historia del hijo oculto es algo parecido a una pista falsa, como si tras la muerte de su padre, Clémence necesitase comprender, investigar o buscar las razones de tal cosa, conduciéndose hacia unas historias que forman parte del pasado. Ella cree que encontrará la verdad allí. Y, de hecho, cuando se entrevista con la mujer y escucha sus palabras, siente que no es allí donde está el misterio y que, en el fondo, es en el encuentro casual con el joven cineasta -que mantuvo relación y cuyo guión fue escogido por Gregoire- donde puede conocer a su verdadero hijo, a un hijo más espiritual. Porque en la película se produce una oposición entre familia biológica y familia espiritual, y es a partir de ese encuentro -de la importancia de la espiritualidad, en fin- que ella deviene adulta.


Tout est pardonné | Mia Hansen-Løve

A diferencia de Las horas del verano (con la que comparte algunos puntos en común), su personaje principal, Sylvia, no desea bajar los brazos y vender Moon Films, sino que todavía pelea por conservar con vida las huellas que ha dejado su marido. Sin embargo, la productora acabará cerrando. ¿Cuál diría que es la diferencia entre ambas películas y su manera de mantener con vida al padre y la madre que ya no forman parte de sus vidas?


En Las horas del verano el personaje central es la casa y en mi película es Moon Films, la sociedad de producción. La familia que gira alrededor de la herencia y lo que queda de las películas son temas que guardan puntos en común, así como una sensibilidad similar. Pero la diferencia es que la identidad de mi película está determinada por la personalidad de Gregoire, por su energía y pasión, pues mi película también es una obra sobre el mismo cine; tratamos de mostrar por qué la práctica del cine nos hace únicos. Aquello que hay de especial es el vínculo fuerte entre el cine y la vida. El hecho de que haya un diálogo constante entre cine y vida es la especificidad de la película.


En Las horas del verano, la casa de la madre tendrá, antes de su venta, un interesante final: ahora es la juventud la que debe tomar el testigo y continuar su historia. Sin embargo, en Le père de mes enfants, tras el cierre de Moon Films, la familia abandona París y a Gregoire y sus recuerdos. ¿Significa eso una renuncia, aceptar la derrota o aceptar que sólo pueden buscar otro lugar en el que rehacer su vida?


Creo que no se trata de una renuncia, sino de la necesidad de pasar página. Al mismo tiempo, creo que el final de mi película, como en la de Olivier, es profundamente ambiguo. Está la fiesta, el verano, la juventud y las lágrimas de la joven por la casa que desaparece; en el desenlace del filme ella es tan grácil como triste. En mi película también está la juventud, la marcha, una nueva vida que comienza y, al mismo tiempo, Alice que llora por tener que abandonar su lugar. La paradoja de mi película es que es una obra sobre el duelo y, también, sobre el rechazo del duelo. Tengo una relación contradictoria con esto, porque cuando decimos que al final del filme la chica está alegre, la encuentro muy triste. Para mí es algo complicado. Ella va a crecer, va a vivir otra cosa, pero la muerte de su padre permaneceré en su presente. Mi visión no es completamente optimista, desde luego.


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